He aquí, tú tienes el sobrenombre de cristiano, y te apoyas en la Palabra de Dios, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la Palabra apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los que saben menos, maestro de niños, que tienes en la Palabra de Dios la forma de la ciencia y de la verdad.
Tú, pues, que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que se debe amar, ¿aborreces a tus vecinos, criticas y condenas a tus hermanos en Cristo? Tú que dices que no se debe descuidar la comunión con Dios, ¿no oras? Tú que abominas de los ídolos, ¿permites que muchas cosas se interpongan entre tú y Dios? Tú que te jactas de la Palabra de Dios, ¿con infracción de la Palabra deshonras al Señor? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
Pues en verdad el ser cristiano aprovecha, si guardas y pones por obra la Palabra de Dios; pero si eres transgresor de la Palabra y oidor olvidadizo, tu estado de cristiano viene a ser tradicionalismo. Si, pues, el que vive apoyado en la tradición guardare las enseñanzas de la Palabra de Dios, ¿no será tenida su tradición como cristiana? Y el que aparentemente es tradicionalista, pero intenta agradar a Dios guardando Su Palabra, te condenará a ti, que con la letra de la Palabra y con tu pseudo cristianismo se hace transgresor de la Palabra de Dios.
Pues no es cristiano el que lo es exteriormente, ni es cristianismo verdadero lo que se hace exteriormente en la carne; sino que es cristiano el que lo es en el interior, y el cristianismo es el del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
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