Por Robert Reyes Cabrera
"Porque no hará nada Jehová
el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león
ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor,
¿quién no profetizará?" (Amós 3:7-8).
Estas palabras nos muestran dos cosas
importantes: que el Señor se compromete a sí mismo a no hacer nada sin que lo
revele a sus profetas, y que los profetas no son una clase especial de
personas. Basta que el Señor hable, y todos profetizarán. Así pues, podemos
decir que por cada cristiano hay un profeta. Es de notar que quien dijo estas palabras es
Amós, quien, en sus propias palabras, no era profeta, ni hijo de profeta. Sin
embargo, él fue y profetizó. (Amós 7:14-17).
La misión de los
profetas
Si nosotros
miramos el Antiguo Testamento encontraremos que los profetas tenían como
principal misión hacer volver al pueblo a las sendas antiguas, al buen camino.
(Jeremías 6:16). Ellos se habían extraviado, así que los profetas tenían que
hacerles volver al camino recto.
¿Creen ustedes que hay cristianos que han
perdido el buen camino? Si es así, entonces necesitamos la restauración del
ministerio profético. No sólo son necesarios hoy los apóstoles, los
evangelistas, los pastores y maestros. También necesitamos a los profetas.
Para los judíos, el buen camino y la senda
antigua, era volver a la ley. Para nosotros, el buen camino y la senda antigua
es Jesucristo. ¡Hay cristianos que han perdido el camino, han perdido a
Jesucristo! Qué paradoja: en medio de la cristiandad hay cristianos que
perdieron a Cristo. En medio de los cultos, de las alabanzas, de las
predicaciones, en medio de los encuentros masivos, ¡hay cristianos que han
perdido a Cristo! El Señor restaure, por tanto, el ministerio profético, para que
muchos puedan encontrar lo valioso que han perdido, y desechar lo vano que han
hallado. Desechar esa paja, ese oropel inútil, para encontrar, o
reencon-trarse, con Cristo.
Los peligros que
acechan
Los profetas
antiguos y los profetas de ahora enfrentan algunos peligros. ¿Su seguridad
personal? La mayoría de los profetas fueron trágicamente muertos ... Pero no es
eso. El mayor peligro que acecha contra nosotros es, como lo fue para ellos,
suavizar el mensaje, por conveniencia o por temor. Como aquellos profetas “que
han endulzado sus lenguas”, que han acomodado su mensaje. (Jeremías 23:31).
Muchos profetas no querían ser odiosos ni
antipáticos. Entonces ellos le predicaban paz al pueblo, aunque sus caminos
fueran torcidos. Ellos no miraban por los intereses de Dios: miraban por sus
propios intereses. Ese es un problema que afectaba a muchos profetas en el
pasado, y a los de ahora también. La gran mayoría de los profetas ‘oficiales’
profetizaban mentiras, para ganar el favor del rey.
¡Cómo se necesita hoy profetas que no busquen
congraciarse con sus auditorios, que no busquen hacer ganancia con la palabra
de Dios, sino que sean fieles a lo que el Espíritu Santo está hablando! La
profecía oficial en Israel fracasó. Y los pocos profetas verdaderos fueron desoídos.
¿Fracasaremos nosotros también?
Todo profeta es
un atalaya
Todo profeta es
un atalaya. Un atalaya es un vigía que se ubica sobre los muros de una ciudad.
Él tiene una posición privilegiada. Él ve a la distancia a muchos kilómetros, y
también ve cómo transcurre la vida cotidiana dentro de los muros. Está puesto
allí para que vea cuando viene el peligro, y advierta a los desprevenidos.
Desde el 11 de septiembre de 2001, urge que los
profetas de Dios hagan oír la trompeta más fuerte que nunca. El mundo fue
conmovido, conmocionado ese día. Desde entonces, el mundo sintió que perdió la
frágil seguridad que tenía. Creo que la gente, después del 11, está más
dispuesta a escuchar; y aun si no quisieran escuchar, es necesario hacerlos
responsables a ellos, porque cada persona tiene sus propias torres gemelas.
Toda persona tiene un motivo de orgullo, un motivo de gloria. Y va a llegar un
día en que Dios las va a derribar. Los juicios de Dios vienen, porque la
humanidad se ha corrompido y porque la cristiandad ha apostatado.
Es necesario que los profetas conozcan las
señales de los tiempos. El Señor recriminó a los fariseos, porque ellos sabían
cuando iba a llover, o cuando habría buen tiempo, ¡pero no sabían distinguir
las señales de los tiempos! (Mt. 16:3). ¿Cuántos cristianos están reconociendo
hoy las señales de los tiempos a la luz de la Palabra, mirando alrededor, en
las cosas que suceden?
Hay una reprensión del Señor en Isaías 56:10-11
a los atalayas inútiles. Ellos son atalayas ciegos, ignorantes, dormilones,
insaciables. No saben tocar la trompeta. Amados hermanos, que el Señor no tenga
que decirnos así a nosotros.
Llamamiento y
comisión de un atalaya
Revisemos el
capítulo 1 y 2 de Ezequiel para ver cómo Dios llama a un profeta. Lo primero
que ocurre aquí es que Dios se revela a Ezequiel. Dios le muestra su gloria.
Hay aquí querubines, ruedas, movimientos extraños... Pero en el versículo 26
aparece un trono y Alguien sentado en el trono. ¿Te suena familiar eso?
Ezequiel vio un trono, y a uno sentado en el trono. Y ese que estaba sentado en
el trono tenía –dice– una semejanza que parecía de hombre. ¿Podríamos
aventurarnos a decir que era el Señor Jesucristo? Tenía una semejanza de
hombre. El Padre no tiene expresión física, pero sí el Señor Jesucristo. Así,
pues, el Señor Jesucristo se le revela a Ezequiel. Por tanto, lo primero es la
revelación que él hace de sí mismo. ¿Cómo podría ir uno a hablar de parte de
Dios si nunca ha visto a Dios? Pero si tú lo has visto, hermano, tú puedes
profetizar.
Luego, Dios llama al profeta y lo envía a los
hijos de Israel: “Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una
casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos”. Dos cosas quedan
claras aquí: que ellos son rebeldes, y lo otro, que él debe ir pese a ello,
para testimonio. El Señor le advierte tres veces a Ezequiel que tal vez no le
escuchen (2:7; 3:11). El Señor estaba preparando a Ezequiel, porque se
encontraría con dificultades.
Y luego, Dios instruye a Ezequiel para que
reciba la palabra de Dios en sus entrañas y en su corazón (3:3,10). Aquí no se
dice que tiene que recibirlo con la mente. Es un grave problema cuando la
palabra de Dios es objeto de disección intelectual, o cuando acomodamos los
pensamientos de Dios a nuestros propios pensamientos. Si hay algo en lo cual
debemos ser fieles es en retener la palabra tal cual ha sido oída. Las entrañas
y el corazón son ese lugar íntimo, profundo, donde está el espíritu nuestro
unido al Espíritu Santo.
Luego tenemos la encomienda para el atalaya, que
es tocar la trompeta cuando viene la espada. Si él no toca cuando viene el
peligro, es responsable de los que perezcan.
Mensaje al impío
El mensaje del
atalaya no sólo va dirigido al impío (Ezequiel 33:8), sino también al justo
(33:13). Esto puede ser novedoso. Podríamos pensar que sólo los impíos
necesitan escuchar el evangelio. Pero también el pueblo de Dios necesita oír al
Señor.
¿Qué le diremos al impío? Según Ezequiel 33, el
impío debe ser notificado de que si no se aparta de su maldad, él morirá.
Tenemos que notificar a los hombres que su estado actual es de condenación, que
van derecho al infierno. Ustedes se habrán dado cuenta que ya no se predica
mucho del infierno. No es un tema agradable. Hoy día se predica el evangelio a
gusto del consumidor, un evangelio ‘light’. Sin embargo, ellos deben saber que
su destino es el infierno, ¡su destino son las llamas eternas!
Siempre estamos hablando del Dios de gracia, del
Dios de misericordia. Pero tenemos que decir que viene el día en que Dios manifestará
su ira sobre todos los hombres impíos, sobre todos los que hablaron palabras
duras contra él. ¿No dicen así las Escrituras? (Judas 15). Nosotros necesitamos
llenarnos de valor para notificarle al impío cuál es el fin de su camino, a la
vez que le testificamos de la salvación que hay en Cristo Jesús.
El gran mensaje a
los justos
¿Cuál es nuestro
mensaje a los justos? Hermanos, el gran mensaje que necesita oír el pueblo
cristiano es un mensaje que causa extrañeza con tan sólo mencionarlo. ¿Cuál será
el gran mensaje que necesita el pueblo cristiano hoy, el pueblo cristiano, en
Temuco, en Chile, en Latinoamérica, y en todo el mundo? Éste, que resumimos en
una sola frase, tomada de la carta de Pablo a Timoteo: “¡Acuérdate de
Jesucristo!”. (2ª Timoteo 2:8).
¿Pablo diciéndole eso a Timoteo? Parece fuera de
lugar. ¿No era Timoteo un hombre de confianza? Sí, lo era. Pero el tiempo en
que él estaba viviendo era un tiempo de apostasía. Comenzaban los cristianos a
dispersarse detrás del mundo y de sus huecas filosofías. Entonces Pablo tiene
que recordarle a su amado hijo en la fe: “¡Acuérdate de Jesucristo!”. Hoy es lo
mismo. Muchos lo están olvidando. Hay programas que lo reemplazan, hay
corrientes, hay sistemas, hay tradiciones tan metidas dentro de la cristiandad
¡que Cristo está sobrando! ¡Cristo está de más! Un profeta contemporáneo
nuestro dijo en una ocasión: “Cristo es el personaje más indeseable, no sólo en
el mundo, sino dentro de las catedrales, en los seminarios, en los ambientes
más ortodoxos”.
“¡No te olvides de Jesucristo!”. “¡Acuérdate de
Jesucristo!”. Ese es el gran mensaje que tenemos que decir al justo. Pero,
claro, decirlo así tan torpe y sencillamente, tal vez no baste. Tal vez haya
que ir al detalle y empezar a desmenuzar todas las cosas con que los justos se
entretienen y que han dejado fuera a Cristo. Si no, tal vez no lo vean.
La gran
advertencia
También hay una
gran advertencia que tenemos que hacer a los justos en este tiempo.
La Escritura dice que hay dos señales que van a
ocurrir antes del tiempo del fin y que tienen que ver con los cristianos. Una,
es que la iglesia va a ser restaurada. La restauración de todas las cosas antes
que el Señor Jesucristo venga está anunciada en Hechos 3:21. Y la otra señal es
la apostasía.(2ª Tesalonicenses 2:3). Por un lado, la restauración, y por otro,
la apostasía. Los cristianos de hoy caminan como sobre una cuerda floja, la
cuerda floja de la tibieza, del relajamiento. A un lado de esa cuerda floja
está el abismo de la apostasía, y al otro lado hay un camino estrecho, hay una
puerta angosta: la restauración de la iglesia.
¿Se acuerdan de
las palabras del Señor sobre la puerta estrecha y la puerta ancha en Mateo
7:13? Vamos a usar ese símil para explicarlo. Para los cristianos, el camino
ancho es la apostasía. En tanto, la puerta estrecha y el camino angosto es la
restauración. Por supuesto, el camino ancho es fácil; en cambio, la puerta
estrecha cuesta encontrarla. Muchos cristianos hay que no han encontrado la
puerta hacia la restauración. Pero cuando uno la encuentra, entonces, el
corazón desborda de gozo. Y uno dice: “¿Y cómo es que estuve tanto tiempo
esclavizado, sediento?” Ahora ha visto al Señor glorificado y ha visto la
iglesia tal como Dios la quiere tener.
Dos opciones para
los cristianos
Hay un libro de
David Wilkerson que se llama “La visión”. Fue publicado en la década del 70.
Voy a citar algunos fragmentos de este libro para ilustrar estos dos caminos,
el de la apostasía y el de la restauración.
“Veo la formación –dice Wilkerson– de una súper
iglesia mundial que consistirá en una reunión entre los protestantes ecuménicos
liberales y la iglesia católica romana, que se unirán políticamente de la mano
creando una de las más poderosas fuerzas religiosas en la tierra. Esta súper
iglesia mundial será espiritual sólo de nombre, y usará desembarazadamente el
nombre de Jesucristo, pero de hecho será anticristo y política en muchas de sus
actividades”. En esta súper iglesia –agrega– se admitirán homosexuales y
lesbianas, habrá danzas de desnudos, habrá prácticas ocultas, etc, etc. Muchas
de esas cosas ya están sucediendo en nuestros días. En Europa especialmente hay
ministros homosexuales ordenados, hay ministros divorciados ordenados y hay
lesbianas que ocupan altos puestos en la dirigencia de algunas denominaciones
internacionales.
Pero también, noten lo que va a ocurrir en forma
paralela a eso, y que ya está ocurriendo: “Veo una grande y sobrenatural unión
de todos los verdaderos seguidores de Jesucristo, reunidos por el Espíritu
Santo y una común confianza en Cristo y su palabra. Esta iglesia sobrenatural
de creyentes bíblicos llegará a ser una especie de confraternidad clandestina e
incluirá a católicos y protestantes de todas las denominaciones. La misma
congregará a jóvenes y viejos, negros y blancos, y a gente de todas las
naciones”.
“Al tiempo que la súper iglesia visible adquiere
poder político, esta iglesia sobrenatural invisible ...” –(¡invisible a los
ojos del mundo, pero visible para Dios!)– “... crecerá tremendamente en poder
espiritual. Este poder vendrá de la persecución. La locura de persecución que
vendrá sobre esta tierra llevará a estos cristianos a unirse más estrechamente
entre ellos mismos y a acercarse más a Jesucristo. Se les dará menos
importancia a los conceptos denominacionales y más énfasis al retorno de
Jesucristo”.
“Muchos no me creerán –dice Wilkerson– pero yo
veo venir el día en que muchos protestantes así como católicos deberán ‘salir
de en medio de ellos’. Estos nuevos cristianos no se llamarán a sí mismos
‘protestantes’ o ‘católicos’, sino simplemente ‘cristianos’ ... Su
confraternidad no estará basada en la experiencia de hablar en lenguas, sino
que estará centrada en el Padre y en su Hijo Jesucristo”.
Y, para terminar... “Sufriendo persecución y
consciente de las señales de los tiempos, un ejército de verdaderos seguidores
de Jesús seguirá surgiendo como comandos. Serán parte de una iglesia
subterránea a la cual veremos predicando el retorno de Cristo y el fin de los
tiempos. Serán como una espina en el costado de la iglesia ramera, y producirán
remordimiento y comezón en las conciencias de los hombres por su devoción y
poder espiritual”.
¿Notan ustedes los dos caminos? Está la
apostasía –muy pública–, y está el camino de la restauración –en forma casi
anónima, clandestina– . La restauración final de la iglesia no va a tener una
gloria a la manera de la iglesia de Jerusalén en Pentecostés. Va a ser una
restauración subterránea, secreta, en ambientes pequeños, en cuevas, y en
lugares apartados. Cuando venga la persecución, ella será invisible para el
mundo. Pero cuando uno asome la cabeza allí, ¡verá la gloria de Dios!
Tres condiciones
y tres mensajes
Esta es la gran
advertencia, y ahora veremos cuáles son los tres mensajes específicos.
En el Antiguo Testamento, Dios escogió a tres
profetas para que llevaran mensajes a tres distintos grupos de judíos en los
días en que el reino cayó en manos de Nabucodonosor. Dios envió a Jeremías a
Egipto, para que advirtiera como atalaya a los que habían escapado a Egipto.
Luego escogió a Ezequiel para que fuera a Babilonia y allí le compartiera a los
cautivos deportados, y escogió también a Daniel para que llevara un mensaje
profético para el fin de los días, un mensaje dado a un hombre amado por Dios,
para que a través de él los amados de Dios lo pudieran conocer.
Hay tres condiciones en que están los cristianos
hoy día. Estas tres condiciones están representadas por aquellos tres profetas
hebreos y por los destinatarios de sus respectivos mensajes. Son tres
condiciones distintas y con tres necesidades diferentes. Y ellos necesitan tres
mensajes también adecuados a su necesidad.
Los cristianos
secularizados
Hay cristianos
que están en Egipto, en el mundo. Ellos se han escapado, ellos han huido.
Jeremías tuvo que ir a Egipto por causa de esos a los cuales Dios quería
hablarles. Si ustedes leen los capítulos 43 y 44 de Jeremías van a encontrar
cuál fue su ministerio allí.
Los cristianos de
hoy que están en Egipto también necesitan escuchar un mensaje. ¿Qué les diremos
a ellos? Muchos cristianos piensan que el mundo no es tan
malo. Hay cristianos que ignoran que el mundo entero está bajo el maligno; que
el sistema del mundo está gobernado por Satanás, y que la política, que la
economía, que la educación, están indefectiblemente envenenadas. Los cristianos
que ignoran esto se dejan deslumbrar por las atracciones del mundo. Y muchos de
ellos van al mundo y se dedican a la política, o bien se transforman en
ecologistas, o en economistas, para tratar de mejorar el mundo.
Ellos intentan redimirlo, salvarlo desde
adentro. Pero, ¿qué ha ocurrido? En vez de mejorar al mundo, el mundo los ha
atrapado. Ellos han dejado al Señor y han adoptado a los nuevos dioses del
mundo.
Tenemos que decirles a los cristianos que están
en Egipto que ellos tienen que salir de allí. Tenemos que decirles lo que Pedro
les dijo a los judíos el día de Pentecostés: “¡Sed salvos de esta perversa
generación!”. ¡Tenemos que decirles a los cristianos embaucados por el mundo
que ese es un banco que está destinado a la quiebra, que ese es un barco que va
a naufragar! ¡Que sobre el mundo caerán los juicios de Dios, que no se
inviertan allí, que no le dediquen sus mejores días al mundo!
¡Desencantémosles
del mundo! Que no tengan metas tan bajas como construirse una situación en el
mundo. ¡Digámosles que ese no es el camino de Dios!
2ª Timoteo nos muestra el tiempo de la
apostasía, prefigurando la que había de venir. Allí está un Demas, un Alejandro
y otros que han apostatado de la fe, amando el mundo. Wilkerson, en “La
Visión”, habla de tres grandes tentaciones que los cristianos van a recibir en
los tiempos del fin, y creo que van a afectar principalmente a estos cristianos
secularizados: la inmoralidad sexual, la prosperidad, y el relajamiento en las
costumbres. ¡Cuántos cristianos hay bebiendo whisky, sentados frente a una
pantalla de 50 pulgadas, y riéndose alegremente! ¡Cuántos de ellos se quedarán
cuando el Señor venga a buscar su iglesia!
La victoria sobre
el mundo
Nosotros tenemos
en gran estima la revelación que el Padre nos ha dado acerca del Señor
Jesucristo. Hermanos, ¿cómo dice esa revelación? Dice: “Jesús es el Cristo, el
Hijo del Dios viviente”. (Mat.16:16). Ahora bien, si tú miras 1ª de Juan capítulo
5, vas a encontrar que todo el que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de
Dios (v.1), y que todo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios, ¡vence al
mundo! (v.5). ¿Te parece oportuna esa fe, hermano, en medio de la avalancha que
se nos viene encima? ¡Los que han nacido de Dios, vencen al mundo! Cuando venga
el diablo con tentaciones, con sugerencias, dile simplemente eso: ¡Yo creo que
Jesús es el Hijo de Dios!
La revelación a Pedro fue bien específica: “Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y luego que se le reveló esto, el
Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”. ¿Cuál roca? ¡Cristo
revelado y confesado, esa es la roca! No nos cansaremos de decirlo. Lo
seguiremos declarando y confesando, y lo enseñaremos a nuestros hijos: ¡Jesús
es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente! Y luego el Señor agregó, como para
reafirmar más nuestra fe: “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella
(la Iglesia)” (Mt. 16:18) ¡Aleluya, gloria al Señor!
Los que están en
el cautiverio
Luego, los cristianos
que están en el cautiverio. Ezequiel fue enviado a Babilonia como atalaya.
Siendo Babilonia la cuna de todas las religiones paganas que hay sobre la
tierra, ella representa la confusa maraña religiosa en que se ha convertido el
cristianismo tradicional y que ha sofocado la vida y el testimonio de Dios.
No obstante, Dios tiene allí también pueblo. Hay
allí también amados hijos de Dios, y hay un mensaje para ellos. Ellos tienen
que ser advertidos con amor, pero con claridad. Ellos están más expuestos que
nadie al peligro de las tres ‘T’.
El peligro de las
tres T
Ustedes saben que
el judaísmo, como religión, tenía tres pilares, la Torá (la ley), el templo y
el Talmud (la tradición). Estas tres palabras empiezan con T. El judaísmo tenía
esos tres pilares, y toda religión que se precie de tal también las tiene. Es
decir, tienen un libro sagrado, un lugar sagrado y un sistema de tradiciones.
Lo peor del caso es que el cristianismo también ha copiado esto del judaísmo, y
se ha apropiado de estas tres T.
El cristianismo tradicional tiene su Torá, es
decir, su Biblia. Se celebran días de la Biblia, y se le rinde casi pleitesía
al Libro. Pero el Señor les dijo a los judíos: “Ustedes escudriñan las
Escrituras porque les parece que en ellas tienen la vida eterna, y no quieren
venir a mí para que tengan vida”.(Juan 5:39-40). ¡No es en el libro, sino en
Cristo que está la vida! Pero muchos cristianos parecen no saberlo todavía.
Ellos tienen en gran estima la Biblia, pero el hecho de que Cristo no esté
entre ellos pareciera no preocuparles mayormente.
La otra T es el templo. En el
Antiguo Pacto, Dios habitaba en un templo. Sin embargo, ya no habita más en
templos. ¿Y por qué, entonces, los cristianos siguen el modelo judío, y todavía
levantan templos para que Dios habite ahí? Cuando ellos se van para la casa,
dicen: “Señor, acompáñanos”. ¡Como si Dios se quedara en el templo y ellos se
fueran vacíos para la casa! ¿No es eso una ignorancia terrible? ¿Cómo te
sentirías tú si, después de una reunión de la iglesia, te fueras vacío, sin el
Señor, para la casa? ¡Es la mayor desgracia!
Cristo vino a vivir en nosotros, para nunca más
irse. Y nosotros, el cuerpo de Cristo, ¡somos el verdadero templo! ¡Dios no
habita ya más en templos hechos por manos humanas! ¡Él habita en un templo más
cálido, más acogedor, que es la iglesia del Dios vivo, edificada sobre el firme
fundamento de los apóstoles y profetas, y cuyas piedras vivas son nuestros
corazones!
La tercera T es
el Talmud, es decir, la tradición oral, que también ha venido a engrosar
nuestro sistema de creencias. Entonces, cuanto más antigua sea la denominación,
el talmud de ellos será más grande. Como tienen doscientos o trescientos años
de historia y esa historia la tienen metida en libros, a la hora que quieren saber
cuál es el próximo paso que tienen que dar, ellos consultan su talmud.
Los cristianos que están en el cautiverio, que
están aferrados a su Torá, a su templo y a su talmud, tienen que ser
advertidos. Ellos están enclaustrados en sus templos, en sus estudios bíblicos
sin revelación, en una tradición religiosa, amparados bajo la sombra de una
buena doctrina o de un hombre eminente del pasado. Por eso el Señor no puede
moverse entre ellos, no los puede conducir. La organización y la rutina
suplantan al Señor.
Pudiera parecer, sin embargo, que nosotros lo
estamos haciendo bien, que ese no es nuestro problema, pero nuestra mirada es
subjetiva, y de tanto ver nuestras deformidades, nos acostumbramos a ellas. Por
eso, necesitamos tener el oído atento, para que el Espíritu nos hable por la
Palabra. Y también tener el oído atento a la observación de otros santos de
Dios. Para que todo lo que ellos vean, y que es menos que Cristo, nos lo hagan
saber. Necesitamos el juicio, necesitamos el escrutinio de otros siervos de
Dios. No sea que nos pase como aquel vanaglorioso que se miraba en el agua y se
encontraba tan hermoso.
Hermanos, la iglesia no existe para mirarse a sí
misma. ¡Es para mirarlo a él! ¡Es para glorificarlo a él! A veces hablamos
demasiado de la iglesia. Hay demasiados mensajes sobre la iglesia, hay muchos
libros sobre la iglesia. ¿Saben? Nosotros no somos los encargados de hablar
tanto de la iglesia. La novia no habla de sí misma, ¡habla de él! ¿Se acuerdan
del viaje que hicieron el siervo de Abraham y Rebeca? ¿De qué creen ustedes que
hablaban en el camino? ¡Hablaban de Isaac, el novio que esperaba! Lo que hacía
el criado era hablar de Isaac y sólo de Isaac. De tal manera que al final de
ese trayecto, la novia iba tan enamorada de Isaac que no le costó amarlo
¡apenas lo vio...! Creo que el Espíritu Santo está hablándonos de Cristo para
que cuando lo veamos, ¡nos rindamos delante de él!
El mensaje al
remanente fiel
Y para terminar,
hay un tercer mensaje a los hijos de Dios, a los amados y fieles. Creo que el
ministerio de Daniel representa a estos siervos de Dios y el mensaje de Dios
para ellos. ¿Saben, hermanos? –y esto lo voy a decir con harto cuidado para que
nadie se envanezca–. Hoy, tal como también lo dice Wilkerson, hay un remanente
sobre la tierra. Un remanente escogido por gracia. ¡Todos los remanentes a
través de la historia son escogidos por gracia!
Ellos son amados de Dios. Ellos, al igual que
Enoc, caminan con Dios, y en algún momento van a ser arrebatados. Su comunión
con Dios es tan íntima que Dios se los va a llevar. Llegará el día en que los
amados de Dios van a ser raptados. Estos santos y amados saben que, sin él, no
son nada. Han probado el fracaso, han estado en el polvo de la tierra. Pero son
“amados, y escogidos y fieles”.
Pero hay un mensaje también para los amados:
¡Cuidado con la confianza en su propia justicia, como dice Ezequiel 33:13!
¡Cuidado con confiar en que ustedes son Filadelfia! ¡Cuidado con confiarse en
que tienen la revelación del Padre acerca de Cristo! Cuidado, que pueden
resbalar. “Si alguno piensa estar firme, mire que no caiga”. El mucho
conocimiento de los misterios de la palabra, puede hacer que el corazón se
llene de presunción y de vanidad. Hay algunos amados de Dios que han caído en
esto, y hoy se han transformado en Laodicea, diciendo: “No tenemos necesidad de
nada.”
Lo peor que pudiera pasarles es que por tener
tanta riqueza pudieran envanecerse. Y porque tienen la justicia de Dios
imputada pudieran vivir impíamente, coqueteando con el pecado, pensando que
porque son amados, Dios va a tener tratos especiales con ellos. ¡Ay! ¡Cuidado
con ese peligro! Pudieras tú cometer un pecado y a lo mejor con temor esperar
el juicio de Dios, pero al no llegar el castigo, entonces dices: “Parece que
Dios tiene tratos especiales conmigo”. Y te deslizas y pecas de nuevo; y como
tampoco vino la mano de Dios, entonces te relajas un poco más. ¡Oh, pero en
algún momento, y de pronto, ¡viene el golpe! Y entonces te das cuenta que Dios
no tiene tratos especiales contigo. Dios no tiene tratos especiales con ningún
hombre. Sus principios son eternos. ¡Él aborrece el pecado, cualquiera sea su
forma!
Así que, ¡no te relajes! ¡No te confíes! Que no
desaparezca el temor de Dios. Luego que caminamos un poco en la vida cristiana,
podemos apreciar lo que es el temor de Dios. Y ahora entendemos mejor que “el
principio de la sabiduría es el temor de Dios”.
¿Eres amado? ¡Sí! Pero, ¡cuidado, teme también!
¡Teme, teme a Dios! Tú tienes que decir como el salmista en el salmo 119:120:
“Mi carne se ha estremecido por temor de ti, y de tus juicios tengo miedo”.
¡Señor, de tus juicios tengo miedo! ¡Líbrame! ¡Háblame a tiempo, persuádeme a
tiempo! ¡Yo no quiero caer, tengo miedo! ¿Eres un amado, escogido y fiel?
¡Tiembla, tiembla! Mucho se te ha dado, mucho se te va a demandar.
Así, pues, como atalayas tenemos un mensaje para
los cristianos secularizados, para los cristianos cautivados en Babilonia y
también para los amados y fieles.
¿Qué haremos?
El panorama
descrito nos permite visualizar diversos campos de acción para los profetas de
Dios que desean tomar parte en su obra. Dios está llevando adelante su propósito,
no nos quepa la menor duda. Y para realizarlo, Dios usará a los que estén
dispuestos para ser usados (2ª Tim.2:20-21).
En tiempos de crisis y de apostasía, como los
que ya estamos viviendo, hay dos actitudes que los hijos de Dios pueden asumir:
la de Noé o la de Lot.
Mientras Noé preparaba el arca para salvarse él
y su casa, no estuvo callado. Las Escrituras dicen de él que fue “pregonero de
justicia” (2ª Pedro 2:5). Un pregonero es uno que da un pregón. Y un pregón es,
literalmente, “la publicación que se hace de una cosa en voz alta y en
público”. Nadie puede ser un pregonero secreto. Noé no se calló el anuncio que
Dios le había dado, sino que lo pregonó en voz alta y a todo el que quisiera
oírlo.
La actitud de Lot, sin embargo, fue muy
diferente a la de Noé. Lot sufría por la depravada conducta de sus paisanos, y
se sentía abrumado (u oprimido) por ella, pero no fue un atalaya para ellos. La
debilidad de Lot contrasta con la fortaleza del testimonio de Noé. Lot no fue
un vencedor.
¿Cuál será nuestro modelo? He aquí hay dos
claramente diferenciados. Pidámosle a nuestro bendito Dios que nos conceda el
privilegio de servirle, aunque sea en una pequeñísima parte, en su obra. Para
que Su obra sea nuestra obra.