Días atrás leía el artículo “Meditar genera materia gris” publicado en El Universal.mx (http://www.eluniversal.com.mx/articulos/59316.html) donde la autora Eileen Luders relata sus descubrimientos sobre las personas que practican la meditación y los resultados observables en sus cerebros. Transcribo algunos párrafos de dicho artículo:
Eileen Luders, autora del estudio publicado en la revista Neuroimage, explica sus asombrosos hallazgos: "los meditadores tienen más materia gris en aquellas zonas del cerebro relacionadas con el control de las emociones".
De acuerdo con la investigadora, igual que cuando alguien entrena sus músculos, "algunas áreas del cerebro deben crecer cuando las usas intensamente".
La materia gris es el tejido encargado de procesar la información que la materia blanca transmite. Una hipótesis sencilla -que probablemente la ciencia tarde años en confirmar- es que a mayor materia gris, mejor desempeño cerebral.
"La mayoría de los meditadores tienen habilidades sobresalientes con respecto a la autorregulación de sus emociones; es para ellos más fácil mantener la estabilidad emocional y tener un comportamiento centrado, tal como elegir con sabiduría sus respuestas o reacciones. Además, los meditadores son reconocidos por su extremadamente positiva mirada sobre la vida; es habitual para ellos ver, en lugar de la parte vacía, la mitad llena del vaso", reconoció Luders.
Al leerlo pensé en el significado del meditar para nosotros los cristianos y el significado que da el mundo al mismo acto. Para nosotros meditar se relaciona al pensar, deleitarnos, profundizar, cavilar en nuestro Señor Jesucristo y la salvación que nos fue dada en él y por él. Mientras que para el mundo la meditación (mayormente) es un mero poner la mente en blanco, para nosotros es llenarla de Cristo.
Me remití a las Escrituras y encontré varias citas (no es un resultado exhaustivo) que registran la palabra meditar o sus derivados.
▫ Salmo 119: 148 – Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos.
▫ Salmo 1: 1, 2 – Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.
▫ Salmo 143: 5 – Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en las obras de tus manos.
▫ Salmo 119: 23 – Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí; mas tu siervo meditaba en tus estatutos.
▫ Salmo 19: 14 – Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
▫ Salmo 119: 97 – ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
Por lo tanto, sí puedo ratificar que aquellos creyentes que meditan constantemente en la Palabra de Dios (la Biblia) desarrollan muchas características loables (entiéndase el Fruto del Espíritu), tales como: mayor tolerancia a los errores propios y ajenos; más paciencia, independiente del entorno del momento (ya sea éste hostil o favorable), demostrando en sus vidas un mayor dominio de sus emociones, más sabiduría en la toma de decisiones, y sobre todo, que han aprendido a vivir bajo la premisa de que “a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien”, lo que les proporciona paz, seguridad y reposo.
Si algo he aprendido en mi vida cristiana es que el enemigo de nuestras almas es un gran imitador. Debido a que no puede crear (potestad exclusiva del Dios Todopoderoso) procede a imitar. Su infernal propósito es proporcionar al hombre los medios necesarios para que el ser humano alcance lo que Dios ha preparado para los suyos, no importando si los recursos utilizados para dichas metas sean ir totalmente en contra de lo dicho por Dios. Basta con que recordemos lo dicho por la serpiente a Eva en el Edén: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4,5), y todo se nos hará sumamente diáfano. El gran imitador inicia su descarada obra de contravenir lo dicho por Dios en el paraíso, el lugar donde Dios se encontraba con Adán y Eva, y a partir de aquel momento, todo el que preste oídos a sus insinuaciones caminará por la misma senda transitada por Adán y Eva; y que lamentablemente los llevará al mismo lugar: expulsión del paraíso y separación de Dios.
Aprovechemos las conclusiones de la ciencia, principalmente si éstas corroboran la obra de Dios en nosotros, y meditemos en las Santas Escrituras cada día más; permitamos que nuestra materia gris se incremente, que nuestro desempeño cerebral se agudice, trayendo con ello mayor reconocimiento a la obra de Dios en nosotros, y no dejándonos intimidar por los “hallazgos” de la ciencia que pretenden colocar en el mismo nivel la obra sobrenatural de Dios y los recursos temporales de la humanidad; los que aquí se quedarán cuando abandonemos este mundo,no así lo que Dios nos ha dado, que nos acompañarán más allá de la muerte.
“En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, oh Señor, y en tus hechos maravillosos meditaré” – Salmo 145: 5
miércoles, 30 de junio de 2010
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Me gustó mucho su enfoque, la felicito. Excelente! Dios la bendiga!
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