Después de la derrota de Argentina frente a Alemania (4 x 0) y recordando lo dicho por Maradona semanas anteriores de que correría desnudo en la plaza del obelisco en Buenos Aires si trajera la FIFA World Cup para su país, un sitio web de los tantos que he visto, y que no me acuerdo cuál es, escribe algo así: “¿Será que a los dioses no les gusta el desnudo?, pero sí sería interesante ver a la ‘musa de la Copa’ desnudarse tal como dijo que lo haría si Paraguay pasaba a la semifinal”. El asunto es que Paraguay perdió frente a España y la auto denominada “musa” –y muchos otros y otras– no se desnudarán, a no ser que lo hagan por “duelo”.
Y al final de la historia yo no sé si a los dioses les gusta o no el desnudo; lo que sí sé es que a mi Dios, el único y verdadero Dios, el que nos envió a su Hijo Jesucristo, no le gusta el desnudo que implica pecado, ni las tinieblas, ni la decadencia moral en que está inmersa la humanidad. ¡Todavía no entiendo qué tiene que ver el futbol con el desnudo! Todavía me pregunto porque todas las áreas del vivir cotidiano las asocian con la sexualidad(¿y por qué no decir lujuria?).
Cuán difícil se hace para el creyente convivir lado a lado con la inmoralidad, con el desenfreno moral, con la mal llamada “tolerancia” que acepta todo lo malo y rechaza todo lo bueno, con los “derechos humanos” (mejor sería nombrarlos “derechos inhumanos”) que aboga a favor del aborto indiscriminado y con todo lo demás que viene amalgamado con dichas aberraciones.
La Copa Mundial de Futbol es apasionante, intensa. En los delirantes momentos vividos las emociones se desbordan llevándonos a la cúspide del júbilo o a la sima de la tristeza, de acuerdo a si ganamos o perdimos el partido. Me gusta y me gusta mucho. Cada cuatro años disfruto con estos días de futbol, pero de allí a hacer de este deporte el centro de mi vida hay una gran distancia. La vida es mucho más que el futbol, es mucho más que cualquier deporte. Total, todos ellos aquí se quedarán cuando nos vayamos a encontrarnos con el Creador y Dador de la vida.
Dios nos ha permitido vivir en esta época de tantos adelantos tecnológicos, de mucho entretenimiento. Seamos sabios, disfrutemos de lo que se nos ofrece, pero seamos selectivos en nuestras escogencias. No permitamos que por un momento de entretención al estilo del mundo perdamos la comunión con aquel que dijo: “Yo habito en la altura y la santidad” (Isaías 57:15), y que al dejarnos sus instrucciones finales, en el último libro de la Biblia afirmó: "...y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis. 22:11, 12).
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