El mundo empeora cada día; a lo bueno se le llama malo, y a lo malo se le tilda de bueno. ¿Hasta dónde llegaremos? Llegaremos al colmo de la maldad y luego, vendrá el Señor (Mateo 24). Eso nos debe llevar a la reflexión y entender que muchas de las cosas que consideramos primordiales, que consideramos “lo máximo”, en realidad son cosas pasajeras, temporales. Abramos los ojos y veamos lo que realmente es permanente, imperecedero y que nos seguirá en la otra vida, lo que permanece para siempre.
Vivamos de tal manera, –asignándole a cada área de nuestras vidas, su justo y verdadero valor según los cánones eternos– que podamos decir cada día como el apóstol Pablo:
“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo….
A fin de conocerle, y el poder de su resurrección…No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3: 8-14).
Avancemos y animémonos los unos a los otros corriendo la carrera que tenemos por delante, para que algún día cosechemos lo que estamos sembrando si es que no hemos desmayado.
sábado, 16 de abril de 2011
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