A ti mujer que sufre, quien se siente morir muchas veces, cuyo corazón llora desconsoladamente, quien piensa que ya no hay esperanzas, que todo ha terminado y que nada vale la pena.
Yo, mujer como tú, quien te entiende puesto que pasé por todo lo que pasas o has pasado, puedo hablarte con el corazón en las manos. Te hablo sin reproches, sin reprimendas, sin sermones; solamente quiero decirte que no todo está perdido, hay horizontes nuevos por descubrir, hay esperanzas de cambios, hay mucha vida por delante. Tan sólo cree, tan sólo espera, tan sólo date una nueva oportunidad.
La vida tiene muchos recovecos, preguntas aparentemente sin repuestas, muchos conflictos, dolores y decepciones. Sin embargo, en nuestro Señor Jesucristo no hay dolores ni desengaños; en Él hay nueva vida. No importa lo que estés pasando, aunque no quieras hablar sobre ello, Él no te ha dejado. Te cuida, te guarda; no ha permitido que tu corazón se desbocara, ni te ha dejado sola (aunque pudieras pensar que si lo hizo), más bien anhela que vuelvas a Él. Nuestro Señor Jesucristo tiene paciencia y te aguarda con brazos abiertos, te ama entrañablemente y quiere hacer de ti la mujer conforme a Su corazón.
Él está empeñado en hacer de ti una “Mujer según Su corazón”, una mujer victoriosa, valiente, llena de vida, rebosante de Su amor. Una mujer que sea como una fuente de agua en tierras secas, como sombra deleitosa en medio del desierto; para que donde esté Él también estés tú, haciendo de esta vida una preparación para el cielo… dulcemente, suavemente.
¡Jesús quiere que estés con Él desde ahora y para siempre!
viernes, 1 de abril de 2011
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