martes, 5 de abril de 2011

A un amigo...

Siempre he anhelado tener un amigo. Alguien que me entendiera y a quien yo entendiera también... Alguien que se alegrara con mis logros y yo con los suyos... Alguien a quien acompañaría en su dolor y que me acompañaría en el mío. Pasé por la vida y no encontré ese amigo... Por mucho tiempo pensé que algunas personas eran mis amigos, hasta que un día desperté y me di cuenta que estaba equivocado, no éramos ni nunca fuimos amigos.

Sin embargo, después de mucha búsqueda e intentos infructuosos, encontré el amigo que buscaba. No era como mis supuestos “amigos”, que cuando más los necesitaba nada podían hacer por mí. En este nuevo amigo encontré a alguien frente a quien no me era necesario disimular y hacerme ver como el “fuerte”, sino que podía ser yo mismo con todas mis necesidades, carencias y temores. Mi amigo me facilitaba el poder expresarme; tantos años enterrando mis emociones, haciendo ver a los demás y a mi mismo que todo lo podía. ¡Cuanto esfuerzo en aparentar! Y ahora, con mi nuevo amigo eso ya no es necesario. Puedo ser como soy, puedo ser quien soy. Él me acepta, me entiende y me ayuda. Por fin, experimento libertad. Todavía tengo épocas duras, no obstante, mis momentos difíciles han sido y son oportunidades para que nos conozcamos más, para acercarnos, a fin de que yo mismo me entienda y me conozca.

Hoy he encontrado a Jesús, a Cristo Jesús. Él estuvo llamándome por mucho tiempo, pero los afanes, las metas por alcanzar, las conquistas, no me permitían oírlo. Ahora lo puedo escuchar, y finalmente conozco la paz que sobrepasa todo entendimiento, la paz que el mundo no puede dar, pero que en Jesús todos podemos tenerla.

¿Te parece irreal? ¿Ilusorio? Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Sólo tienes que abrir tu corazón e invitar a Jesús, el Hijo de Dios, a entrar a tu vida, por que Él ha dicho: “Yo estoy a tu puerta y llamo; si oyes mi voz y abres la puerta, entraré a ti, y cenaré contigo, y tú conmigo” (Apocalipsis 3: 20). Ya no estarás solo, ya no estarás mirando el suelo, sino que levantarás la cabeza, y mirarás a lo alto porque sabrás que de las alturas vendrá tu socorro, sabrás que el amigo que te guarda es fiel y verdadero, y que estará contigo hasta el fin del mundo (Salmos 121).

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