lunes, 2 de mayo de 2011

Un extraño en el hogar

Autor Anónimo

Cuando yo estaba creciendo nunca dudé de su lugar en mi familia. En mi mente de niño él tenía un lugar especial. Mis padres eran instructores que se complementaban: mamá me enseñaba a hacer la diferencia entre el bien y el mal, y papá me enseñaba a obedecer. Pero el extraño.... él era un contador de historias. Él nos mantenía fascinados por horas sin fin con aventuras, misterios y comedias.

En ocasiones mamá se levantaba silenciosamente, –mientras alguno de nosotros, los niños, pedía que todos hablásemos bajito para que pudiésemos poner atención a lo que él tenía por decir–, e iría a la cocina a fin de tener un lugar de paz y quietud. (Ahora puedo pensar que ella oraría para que el extraño se fuera de la casa).

Papá gobernaba nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía en la obligación de honrarlas. Palabrotas, por ejemplo, no eran permitidas en nuestra casa — ni a nosotros, ni a nuestros amigos y a ningún visitante. Sin embargo, nuestro visitante de larga fecha se escabullía impune con sus feas palabras que me ardían en los oídos y hacían que mi papá torciera la boca y que mi mamá enrojeciera de vergüenza. Mi padre no nos daba permiso para beber bebidas alcohólicas, pero el extraño nos animaba a tomarlas como algo rutinario.

Él hacía que el cigarrillo se viera moderno, los cigarros masculinos y las pipas fascinantes. Él conversaba con libertad (¡excesiva libertad!) sobre sexo. Sus comentarios eran a veces vulgares, a veces sugerentes y generalmente vergonzosos.

Hoy sé que mis primeras nociones sobre las relaciones fueron grandemente influenciadas por el extraño. Frecuentemente él se oponía a los valores de mis padres, mas raramente era reprendido… Y nadie NUNCA le dijo que se fuera.

Más de cincuenta años han pasado desde que el extraño se fue a vivir con nuestra familia. Él se adaptó inmediatamente, aunque ya no es tan fascinante como lo era en aquel entonces. Con todo, si pudieras entrar hoy en la casa de mis padres, todavía lo vería sentado en la esquina esperando que alguien le ponga atención y que él pueda mostrar sus cuadros.

¿Su nombre?... Nosotros lo llamábamos simplemente de “TV”.

Él ahora tiene una compañera… La llamamos... “computadora”.

El hijo de ellos se llama… “celular”.

1 comentario:

  1. Esta historia me picó, pensé quien será el extraño, lo último que se me ocurrió fue la TV, ja, ja, ja! :) muy bueno, me gustó!

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