martes, 17 de mayo de 2011

De la cima a la sima

Por María Valarini
“En menos de 48 horas, Dominique Strauss-Kahn, director-gerente del Fondo Monetario Internacional, uno de los hombres más poderosos del mundo, pasó de ocupar una suite de lujo de US$3.000 la noche a una celda de 3x4 metros en una de las cárceles de máxima seguridad más notorias de Estados Unidos”.
Esta ha sido la noticia del día, los titulares de distintos medios de comunicación. ¡Cuán fácil es caer de las grandes alturas! Leemos la noticia, nos encojemos de hombros y muchas veces decimos: ¡Se lo buscó!
Algunos ya mencionan la palabra “conspiración”, dando a entender que lo sucedido a Strauss-Kahn haya sido algo preparado. Puede que sí, puede que no, no lo sabemos; lo que sí sabemos, es que de las alturas cayó a lo más bajo.
Pensando en ello me acordaba de un personaje que le ocurrió exactamente lo opuesto. En menos de 24 horas,  José el hijo de Jacob, pasó de la cárcel a ocupar el segundo lugar en el mando y jurisdicción del antiguo Egipto.
Meditando en estos dos casos acaecidos en distintos momentos de la historia humana, encuentro que Dios es experto en hacer cosas similares con los suyos. ¿A cuántos de nosotros Dios nos sacó de la sima más abyecta, elevándonos a la cima de la intimidad y compañerismo con Él? ¿A cuántos que nada tenían, más bien todo les faltaba, Dios les dio cobijo y refugio en Su casa?
Reconociendo que a todos sus hijos Dios los sacó de la despreciable hondonada del pecado y los trasladó a la gran cima, a su reino de luz, cuidémonos de que no nos pase lo de Dominique Strauss-Kahn, es decir, caer de lo más alto a lo más bajo por el pecado, por la satisfacción momentánea de terrenales goces pasajeros.
¡Dios nos ha honrado, nos ha distinguido con su presencia en nosotros! ¡Que no nos suceda que de la cima de la gloria de Dios, escojamos volver a la sima inmunda del pecado, dándole las espaldas a aquel que nos dio su honra, su prestigio, su favor!



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