Fuimos salvos para servir: Hebreos 12:28 – “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”.
Nosotros como seres humanos fuimos creados para servir. Nuestro fin no es solamente nacer, crecer, reproducirnos y morir. Definitivamente no. Fuimos salvos para servir a Dios y para servir a otros. Dios no nos salvó para que estuviésemos quietos y reposados, y sin hacer nada. Dios nos salvó para buenas obras. Nosotros no somos salvos por las buenas obras que hagamos; fuimos salvos para que hagamos buenas obras, es decir, las buenas obras deben seguir a todo hijo de Dios.
Fuimos salvos para ser ministros de Dios: 2 Corintios 3:6 – “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”.
No solamente los pastores, apóstoles, evangelistas, misioneros fueron llamados a ser ministros de Cristo, tu también eres llamado a ser un ministro o ministra de Dios. Se necesitan ministros(as) de niños, de adolescentes, de visitación, de evangelizar en diferentes lugares. En la viña del Señor no hay cesantía ni recesión. Siempre hay trabajo. Inscríbete. Tú eres llamado a ser ministro de Dios, a cumplir una función en el cuerpo de Cristo que es la iglesia.
Fuimos salvos para seguir las huellas de aquel que su vida dio por nosotros: Mateo 20:28 – “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Muchos cristianos se creen seguidores de Cristo porque asisten a una iglesia evangélica. El seguidor de Cristo es aquel que imita la vida de Cristo, es decir, sirve como sirvió el Maestro; pero, lamentablemente, pocos son los que quieren servir a los demás. Jesús vino para servir y como ejemplo lavó los pies a los discípulos. El Señor no pretende que le laves los pies a nadie sino que sirvas a otros y más en su iglesia. Como cristianos sabemos mucho, es decir, tenemos mucha teoría en la cabeza, pero lo que necesitamos es poner por obra lo que sabemos. Seamos hacedores de la Palabra de Dios, y no tan solamente oidores.
Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará - Juan 12: 26
sábado, 29 de agosto de 2009
Días peligrosos
“Nos es necesario hacer las obras del que nos envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” - Juan 9: 4.
“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” – Mateo 24: 6.
Ciertamente estamos viviendo días peligrosos, días en que los creyentes serán puestos a prueba. El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan, dijo Jesús.
El mundo, Satanás y la carne (nuestro propio “yo”) conspiran para impedirnos cumplir la comisión que nos ha sido asignada. Hoy más que nunca, debemos diariamente levantar nuestros ojos a lo alto y pedir a nuestro Señor que nos fortalezca, que nos haga ver la verdadera razón –hacer la obra de Dios mientras es de día– por la cual fuimos salvos.
Planifiquemos como si el Señor tardara cien años para regresar por su pueblo, pero vivamos como si viniera hoy.
Dios y Señor, haznos hombres y mujeres entendidos de los tiempos que vivimos; que no durmamos como los demás, sino que velemos y seamos sobrios (1 Tesalonicenses 5:6).
“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” – Mateo 24: 6.
Ciertamente estamos viviendo días peligrosos, días en que los creyentes serán puestos a prueba. El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan, dijo Jesús.
El mundo, Satanás y la carne (nuestro propio “yo”) conspiran para impedirnos cumplir la comisión que nos ha sido asignada. Hoy más que nunca, debemos diariamente levantar nuestros ojos a lo alto y pedir a nuestro Señor que nos fortalezca, que nos haga ver la verdadera razón –hacer la obra de Dios mientras es de día– por la cual fuimos salvos.
Planifiquemos como si el Señor tardara cien años para regresar por su pueblo, pero vivamos como si viniera hoy.
Dios y Señor, haznos hombres y mujeres entendidos de los tiempos que vivimos; que no durmamos como los demás, sino que velemos y seamos sobrios (1 Tesalonicenses 5:6).
Maranatha
Conforme pasan los días, cuanto más me entero de las noticias mundiales, y sobre todo de aquellas que no son tan divulgadas, más me entristezco al ver como los valores bíblicos están desapareciendo a pasos agigantados.
La humanidad que por largos lustros reconoció el valor de la Biblia ahora la ignora y peor aún, la pisotea y la denigra. Si no fuera porque nuestro Señor nos preparó para esto, ¿cómo estaríamos afrontando estas avalanchas de injusticia, de inmoralidad, de violencia?
La economía mundial se tambaleó fuertemente y pareciera que apenas se recupera; seguimos oyendo de recortes de empleos en distintas compañías. Países que se han jactado de gran estabilidad económica, ahora se enfrentan a situaciones que quizás ni en sus peores pesadillas lo habían considerado.
Las diferencias y estremecimientos entre varios países de Latinoamérica, la inflación disminuyendo cada día el poder adquisitivo de los pueblos de nuestra América. La inmoralidad galopante que nos rodea y ahoga, la violencia asustándonos de tal forma que los “malos” andan libres por las calles y los “buenos” debemos vivir encerrados; nuestros hogares casi se asemejan a fortalezas; echamos mano de hierros, murallas, verjas, alarmas y toda clase de implementos que nos proporcionen un poco más de seguridad, para no caer en las manos de los facinerosos urbanos.
No obstante, lo que me sostiene y anima en estos tiempos es la seguridad de que conozco el final de la historia, y muchos textos bíblicos lo corroboran:
“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. ….. No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” – Apocalipsis 22: 7-13.
Y de todo eso hemos sido advertidos por nuestro Señor Jesucristo:
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” – Lucas 21: 28.
Sin embargo, ante los tiempos que estamos viviendo se hace necesario estar preparados en todos los frentes: espiritual, emocional y en el del conocimiento.
1. Si nos mantenemos preparados espiritualmente estaremos listos si el Señor viniera hoy.
2. Si nos preparamos emocionalmente sabremos que lo que estamos viviendo son los dolores de parto profetizado por Jesús cuando dijo: Y todo esto será principio de dolores – Mateo 24: 8.
3. Si nos preparamos en conocimiento no seremos engañados, pues cada día se intensifica el
Que las palabras de Jesucristo encuentre eco en nuestros corazones:
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” – Juan 5: 39, 40.
En la medida que creemos (y la fe es por el oír la palabra de Dios), más gozo y paz se harán presentes en nuestras vidas; y en esa misma proporción, abundará la esperanza. Para poder enfrentar todo lo que se está manifestando hoy, y todo lo que se avecina sobre esta humanidad, ciertamente necesitamos el gozo, la paz y la esperanza.
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” – Romanos 15: 13.
Seamos sabios y propongamos en nuestros corazones el prepararnos en y con la Palabra del Señor. Invirtamos tiempo y dedicación a esta labor; ella es la que nos sostendrá en lo porvenir.
“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” – Efesios 5:14.
La humanidad que por largos lustros reconoció el valor de la Biblia ahora la ignora y peor aún, la pisotea y la denigra. Si no fuera porque nuestro Señor nos preparó para esto, ¿cómo estaríamos afrontando estas avalanchas de injusticia, de inmoralidad, de violencia?
La economía mundial se tambaleó fuertemente y pareciera que apenas se recupera; seguimos oyendo de recortes de empleos en distintas compañías. Países que se han jactado de gran estabilidad económica, ahora se enfrentan a situaciones que quizás ni en sus peores pesadillas lo habían considerado.
Las diferencias y estremecimientos entre varios países de Latinoamérica, la inflación disminuyendo cada día el poder adquisitivo de los pueblos de nuestra América. La inmoralidad galopante que nos rodea y ahoga, la violencia asustándonos de tal forma que los “malos” andan libres por las calles y los “buenos” debemos vivir encerrados; nuestros hogares casi se asemejan a fortalezas; echamos mano de hierros, murallas, verjas, alarmas y toda clase de implementos que nos proporcionen un poco más de seguridad, para no caer en las manos de los facinerosos urbanos.
No obstante, lo que me sostiene y anima en estos tiempos es la seguridad de que conozco el final de la historia, y muchos textos bíblicos lo corroboran:
“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. ….. No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” – Apocalipsis 22: 7-13.
Y de todo eso hemos sido advertidos por nuestro Señor Jesucristo:
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” – Lucas 21: 28.
Sin embargo, ante los tiempos que estamos viviendo se hace necesario estar preparados en todos los frentes: espiritual, emocional y en el del conocimiento.
1. Si nos mantenemos preparados espiritualmente estaremos listos si el Señor viniera hoy.
2. Si nos preparamos emocionalmente sabremos que lo que estamos viviendo son los dolores de parto profetizado por Jesús cuando dijo: Y todo esto será principio de dolores – Mateo 24: 8.
3. Si nos preparamos en conocimiento no seremos engañados, pues cada día se intensifica el
Que las palabras de Jesucristo encuentre eco en nuestros corazones:
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” – Juan 5: 39, 40.
En la medida que creemos (y la fe es por el oír la palabra de Dios), más gozo y paz se harán presentes en nuestras vidas; y en esa misma proporción, abundará la esperanza. Para poder enfrentar todo lo que se está manifestando hoy, y todo lo que se avecina sobre esta humanidad, ciertamente necesitamos el gozo, la paz y la esperanza.
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” – Romanos 15: 13.
Seamos sabios y propongamos en nuestros corazones el prepararnos en y con la Palabra del Señor. Invirtamos tiempo y dedicación a esta labor; ella es la que nos sostendrá en lo porvenir.
“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” – Efesios 5:14.
lunes, 24 de agosto de 2009
¿Hasta cuándo las luchas?
La vida cristiana nunca ha sido fácil. Ya lo decía el apóstol Pablo:
“De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11: 24-28).
Por otro lado, Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo. Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 18: 36; 15: 18 20).
¿Qué significa todo esto para nosotros hoy día? Que si bien no lo entendemos todo, una seguridad tenemos; no trabajamos para un reino terrenal y pasajero; nuestra labor es para un reino eterno e imperecedero. Por tal razón, esforcémonos y sigamos adelante sin desmayar, aunque las luchas sean duras y agónicas.
Muchas promesas hay para el vencedor:
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono.” (Apocalipsis 2: 7, 11, 17, 26; 3: 5, 12, 21)
¡Firmes y adelante, hijos del Altísimo, la victoria es nuestra!
“De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11: 24-28).
Por otro lado, Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo. Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 18: 36; 15: 18 20).
¿Qué significa todo esto para nosotros hoy día? Que si bien no lo entendemos todo, una seguridad tenemos; no trabajamos para un reino terrenal y pasajero; nuestra labor es para un reino eterno e imperecedero. Por tal razón, esforcémonos y sigamos adelante sin desmayar, aunque las luchas sean duras y agónicas.
Muchas promesas hay para el vencedor:
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono.” (Apocalipsis 2: 7, 11, 17, 26; 3: 5, 12, 21)
¡Firmes y adelante, hijos del Altísimo, la victoria es nuestra!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)